Podemos hablar de la desazón o la ternura que nos provoca una lluvia de verano. O de la que nos empuja a mirar por la ventana mientras explota una tormenta de diciembre. Con los pies abrigados en calcetines de lana de dos colores. Las manos dentro de los bolsillos y el corazón en cualquier sitio.
Prefiero las tardes nubladas navegando en algún libro. Dando saltitos de un mundo a otro, mirando de reojo otras almas que como yo, dejan reposar sus inquietudes entre los pliegues del sofá.
Miro las gotas resbalando por el cristal, manchando de forma transparente e invisible mi mañana, dejando correr sus lágrimas de agua. Pienso en aquéllos que debe tomar alguna decisión y no saben cómo hacerlo. En los que ya la han tomado pero aún flaquean. En la ansiedad de tener frente a frente un par de caminos y no poder tomar ninguno.
Saber que no estás viviendo lo que debes o lo que quieres. Sentir que debes echar el freno, cambiar de rumbo, voltear, girar, darte la vuelta. Y los pies, esos malditos, que aunque saben correr, a veces no responden.
Sin más, sin pretexto, sin forma, sin fecha, acabamos.
Dejamos a un lado la cuchara del café, apuramos la taza y nos vamos.
Buscando otra silla, o ninguna.
Prefiero las tardes nubladas navegando en algún libro. Dando saltitos de un mundo a otro, mirando de reojo otras almas que como yo, dejan reposar sus inquietudes entre los pliegues del sofá.
Miro las gotas resbalando por el cristal, manchando de forma transparente e invisible mi mañana, dejando correr sus lágrimas de agua. Pienso en aquéllos que debe tomar alguna decisión y no saben cómo hacerlo. En los que ya la han tomado pero aún flaquean. En la ansiedad de tener frente a frente un par de caminos y no poder tomar ninguno.
Saber que no estás viviendo lo que debes o lo que quieres. Sentir que debes echar el freno, cambiar de rumbo, voltear, girar, darte la vuelta. Y los pies, esos malditos, que aunque saben correr, a veces no responden.
Sin más, sin pretexto, sin forma, sin fecha, acabamos.
Dejamos a un lado la cuchara del café, apuramos la taza y nos vamos.
Buscando otra silla, o ninguna.
3 comentarios:
Al leerte me estoy mirando en el espejo... No lo entiendas cómo un rapto de vanidad. Hay que saber elegir, pero la duda es humana. Busco mi silla. Ya le tengo vista... Y está tan alta, tan inalcanzable.
Me ha salido muy madrileño, con las prisas... Ya la tengo, por favor.
Es conmovedor y casi un privilegio leer lo que tú escribes. Eres una importante literata en el anonimato... y no se porqué... Además... Cintia.
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