No puedo dejar de felicitarme por haber conseguido poner el pie en un nuevo año. Felicitarme, digo, a pesar de no tener claro si soy yo la verdadera artífice de ese logro. Quizá haya cientos o miles de factores que han hecho posible esta proeza y no me resisto a nombrar incluso a la suerte o al azar. El caso es que aquí estamos, estoy, están, los que escriben y alguno que lee, saludando un nuevo año que esta vez finaliza impar. Estamos porque hemos logrado subir día a día un peldaño, sortear dos o tres inconvenientes y girar en la esquina correcta.
No es fácil, no señor, teniendo en cuenta los tiempos que corren, las pistolas que se disparan, las manos que se convierten en puños y las piedras como tanques. Algunos seguimos aquí, viendo cómo la mitad de los que quedaban, se marchan, se evaporan. Al otro lado del mundo o en el piso de abajo. Envueltos en llamas, arrasados o con puñales a la espalda. Se marchan. Y llegan otros, con panes debajo del brazo o con nada.
Los que sólo podemos dedicarnos a permanecer miramos de reojo.
Pensando, verdad, qué suerte que no seamos nosotros.
No es fácil, no señor, teniendo en cuenta los tiempos que corren, las pistolas que se disparan, las manos que se convierten en puños y las piedras como tanques. Algunos seguimos aquí, viendo cómo la mitad de los que quedaban, se marchan, se evaporan. Al otro lado del mundo o en el piso de abajo. Envueltos en llamas, arrasados o con puñales a la espalda. Se marchan. Y llegan otros, con panes debajo del brazo o con nada.
Los que sólo podemos dedicarnos a permanecer miramos de reojo.
Pensando, verdad, qué suerte que no seamos nosotros.
1 comentario:
Efectivamente, si uno mira alrededor, conseguimos ser felices. O al menos, si no al completo, un ratito. Feliz año.
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