18 julio 2008

El camino de la envidia

Hoy tengo ganas de envidiar.


Y de hacerlo bien, con todas las letras. Nada de envidias a medias, de esas que prometen ser sanas y estables. Nada de eso. La envidia no puede cargarse de buenos sentimientos.

O se envidia con maldad, con coraje, o no se envidia. Miente quien afirma lo contrario.

Por eso he decidio practicar el acto de envidiar utilizando lo más profundo de la oscura condición humana. Me dedicaré a odiar a cualquier ser semejante que se me antoje.




Envidiaré su forma de vestir. De andar.

Odiaré el coche que conduce, su trabajo, su peinado.

Amaré sus lugares de vacaciones, los restaurantes donde come, sus lunes y sus días de fiesta.

Envidiaré los lugares que visita, sus viajes y su familia.


Y cuando haya agotado toda mi capacidad de envidia, lo acompañaré hasta su casa y lo veré dormido. Sólo y agotado. Con el pelo desordenado y legañas en los ojos.


Dejaré lo que me queda de envidia sobre su mesilla de noche y cerraré la puerta. Y volveré.


Al lugar donde todo lo mejor, lo tengo yo.

2 comentarios:

Soniquete dijo...

Yo también tengo de esos días en los que la envidia llega casi al odio. Pero luego me digo "¡Que les den!" Y hago un repaso de todo lo bueno que me sucede y empiezo a disfrutarlo.

Anónimo dijo...

Lo siento.... no todo el mundo puede nacer en Alcalá