También reivindico mi derecho a enfadarme con el mundo.
Y pegarle un empujón y darle la espalda.
Pienso en quedar con él a una hora y ni siquiera presentarme.
Hacerle esperar toda la tarde bajo el viento que hiela los tobillos.
Enumero mis motivos y no caben todos.
Al igual que no caben los miles de niños huérfanos bajo los techados de Haití.
Nota mental: apagar la televisión y no leer los periódicos.
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