No hay nada mejor que mirar desde las alturas para encontrar una perspectiva diferente de la realidad. Allí abajo todo se convierte en minúsculo. Las calles son minúsculas, los coches, las casas, las aceras, las tiendas, la gente. También los problemas, las risas, las lágrimas, las broncas tras la cerradura, las pesadillas y los insomnios. Todo es diminuto, pequeños puntitos negros que se mueven a toda velocidad, susurros, aire.
Me senté en la butaca del cine y escuché.
Abrí bien los ojos y facturé en cien aeropuertos.
Arrastré mi mochila cargada de cosas y descubrí, de nuevo, que ya no quedan miserias humanas que inventar.
Ya hemos inventado todas.
Nota mental: quién no quiere despertar junto a él.
Me senté en la butaca del cine y escuché.
Abrí bien los ojos y facturé en cien aeropuertos.
Arrastré mi mochila cargada de cosas y descubrí, de nuevo, que ya no quedan miserias humanas que inventar.
Ya hemos inventado todas.
Nota mental: quién no quiere despertar junto a él.
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