El deseo de conseguir algo es inversamente proporcional a la percepción del tiempo que necesitas para conseguirlo. Así, por ejemplo, el horizonte visible de unas vacaciones se hace eterno aunque resten pocas horas.
El tiempo es como un chicle de fresa, unas veces se estira hasta aburrir y otras, pierde su sabor al primer mordisco.
Hay gente que siempre quiere estar en otro sitio. Pero las ciudades son siempre la misma ciudad, los que debemos cambiar somos nosotros.
Nota mental: siempre me he preguntado por qué los viajes de ida se me hacen muy largos y las vueltas discurren tan rápido.
Un regalo, para estos días vacíos de contenido cotidiano.