17 marzo 2010

Un kilo de dignidad

La dignidad es algo que no se vende por kilos. Si se vendiera, las colas serían interminables. Miles de rostros esperando su turno para llevarse a casa un cuarto de kilo.
Me lo llevo sin envolver, te dejo aquí mi parte de indignidad, que oye, no veas si pesa a estas alturas, y me la llevo puesta. Gracias señora, vuelva usted cuando quiera, mañana por medio kilo se lleva de regalo otro medio de sosiego. Voy corriendo a decírselo a mi marido. Y tan contentos.

Pero la dignidad, esa palabra que con sólo pronunciarla otorga seriedad, que huele a respeto, no está a la venta, ni de rebajas ni a precio de coste. Es un traje que se lleva incluso cuando la vida te obliga a ponerte de rodillas. A morder el suelo.

Quiero ser digna. Andar este camino con la cabeza así de alta. Mirar de frente.

Y cuando se acabe mi viaje, cuando ya no tenga surtidores donde repostar, quiero que la dignidad sea la última señal que me encuentre al mirar por el retrovisor.

Vivir y morir dignamente, sin más.

Nota mental: Andalucía aprueba esta tarde la Ley de la Muerte Digna. Bravo.

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