Hoy nos vamos a comer una ensalada. Un montón de lechuga verde en un bol verde y en un restaurante con decoración sueca de color verde. Para beber, agua mineral, transparente, incolora, insabora y sin olor.
A veces viene bien un poco de nada. Un día sin atributos. 24 horas que mañana sólo serán una cruz en el calendario. ¿Qué tal ayer?- me preguntan. Ummmm-contesto-un día sin más.
Recapacito sobre esa cuestión. Imagino la necesidad de un día de ayuno tras unas fiestas navideñas, tras un fin de semana en Asturias comiendo fabada o tras un domingo de matanza. Qué bien sienta una sopita y un poco de lechuga.
Estamos preparados para un buen atracón electoral, llevamos protectores de estómago en los bolsillos y pastillitas de almax repartidas en los bolsos. Nos hemos puesto las servilletas agarraditas al cuello y desabrochado el primer botón del pantalón. Prestos y dispuestos.
Comeremos sin vicio hasta el viernes 7 de marzo. Esa noche dejaremos paso a la digestión.
Nos echaremos la siesta para facilitarla.
Ese sábado de lechuga y sopita estaremos preparados para elegir.
Aunque ahora, aún si atracón, ya lo estamos.
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