La mayoría de las ocasiones la política bebe del veneno de la realidad. Se impregna de los peores vapores que hacen de los seres humanos pequeños montruos de bajas pasiones. Del rencor que nace de la batalla. Nos odiamos a sorbitos. Aunque sólo sea por un rato.
Bien sabemos cómo miran los ojos de la guerra, no de aquéllas de metralletas y niños soldado, sino de las luchas de cada día. De las de andar por casa. Las guerras de palabra. Los tiros de saliva.
Anoche las imágenes de a dos mostraban las diferencias. De un lado, el tirador, de uniforme verde, del otro, la trinchera. Los tanques frente al tratado. Las granadas contra los planes. Las pistolas sobre el futuro.
Sin más. No gana la lucha. No vence.
Nota mental: recuperar la sencillez como arma de construcción masiva
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