Las tertulias poseen un encanto innegable. Distintas voces, visiones opuestas y puntos de vista parecidos, experiencias propias y anécdotas de otros, exposiciones vibrantes y algún monosílabo rotundo. Sólo hacen falta tres o cuatro humanos con ganas de charlar y algún interés común.
Pero ponles un micro delante, dales un sueldo y añádele el apellido de periodística. Entonces la tertulia se expande y se cuela en nuestra rutina para convertirse, con las prisas, en una de nuestras principales fuentes de información. Por eso presumimos que sus protagonistas, los tertulianos, investigan, leen, fundamentan sus opiniones, aportan datos poco conocidos, interpretan la realidad, recurren a las hemerotecas… En fin, las reglas básicas del manual del tertuliano, cuyo trabajo consiste esencialmente en dar un paso más que el común de los mortales que normalmente no tenemos tiempo para ahondar en la actualidad diaria. Entre otras cosas porque no nos pagan por ello.
¡Qué ilusas, agujetas! La mercancía intelectual cotiza a la baja. Se repiten los mismos argumentos e incluso admiten desconocer la actualidad, que es tanto como incumplir con su contrato laboral. Un poco de sesgo político y un uso mediocre del lenguaje completan el perfil de esta nueva especie denominada tertuliense. Se trata de ese espécimen que va de una tertulia a otra sin pisar la calle. No tienen tiempo de sentir la realidad que analizan e interpretan unas cuantas veces al día. Le resulta imposible pararse a pensar, sólo hablan y hablan bajo un mismo guión. Las malas lenguas dicen que los tertulienses han dejado de ir a sus casas y viven al lado del estudio o del plató, lo que corresponda. Otros van más allá y aseguran que todos habitan en un edificio bien comunicado y funcionan al estilo: “¿Teletertuliense dígame? Hola. Necesito uno de derechas, pero moderado, que ya ha pasado la campaña. –Marchando”.
1 comentario:
Tertulienses o todológos. Porque saben de todo y no saben de nada. Porque no hablan ni dan opiniones. Sino transmiten la idea que le ha puesto su jefe de turno. Son imparciales, dicen, pero eso no se lo cree ni Dios. Prefiero mil veces la noticia neutra de Radio 5, en lo que me cuentan lo que pasa y punto, para que yo interprete.
Da verguenza escuchar a esos tertulianos todólogos enfadados, crispados, recuerdo a una mujer que en los periódicos escribe y pone su foto de cara de amargada (¿por Dios, no tiene otra foto?) y le mete todo el veneno de una serpiente a la frase '... en este país'...
lo siento, no puedo con ellos. Yo hago radio, para informar, para distraer, para divertir, y para hacerlo pasar bien a la gente. Radio para educar y comunicar. No para transmitir opiniones con odio añadido, de gente que al fin y al cabo son marionetas.
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