25 marzo 2008

SÍNDROME DEL NIDO


Está bien. Ya hemos vuelto.
Lo primero, limpiar las telarañas que se estaban formando en las esquinas de este cuarto de estar. A ver...zas-zas, así, con el cepillo de la escoba damos unos cuantos manotazos al techo y listo. Como nuevo. De paso, voy a sacudir los manteles, la funda del sofá y la alfombra. A la basura con los restos. Ummm... así mejor. El olor a detergente siempre es agradable. Alguno pensará que ya me ha invadido el síndrome del nido- léase ese estado semihipnótico en el que un ser sólo percibe la suciedad en diversas y variadas formas y siente un deseo cuasidivino de ponerse a barrer y lavar-Pero no es exactamente eso.


Se trata más bien de los vapores florales que arrivan con la nueva estación.
Es hora de abrir las ventanas y dejar que entre el aire primaveral. De ordenar los estantes y de empezar nuevos cuadernos. De disfrutar de ser lo que somos. Que es mucho.
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Una vez guardados los abrigos envueltos en naftalina voy a empezar a descubrir las camisetas de manga corta y mis piernas sin disfraz. Después de tantos meses uno siempre se hace la misma pregunta: ¿de verdad yo he ido alguna vez enseñando los brazos? ¿he paseado sin medias ni calcetines por ésta o cualquier ciudad del mundo?¿me he puesto alguna vez en plenitud de mis facultades psíquicas esa mini braguita bikini?. Es lo que tiene. Volver a descubrir la verdad.
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Nota mental: para los que han disfrutado de la última línea de libros pasados, un par de próximas lecturas, por si acaso: Terrorista, John Updike. Chesil Beach, Ian McEwan.



Una se marcha despacito a bucear por tercera vez en Rayuela.


Nota mental (bis): vayan al cine a vivir Los falsificadores. Una delicia.


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