26 mayo 2008

El chino y la rusa


Hace un par de noches, le mataron.


Probablemente llevaba una vida tranquila, normal. Abría el bar por la mañana con el olor a tostadas y a café y lo cerraba entrada la noche, con espuma de cerveza. En su lista de tapas, montaditos de pringá y garbanzos con espinacas, concina de aquí hecha por manos de allá. Cuando tenía todas las mesas servidas, solía sentarse en una silla tras la barra a disfrutar de películas chinas. Quizá le hacían sentirse más en casa.


Ella, rubia y guapa, con ese acento del este afincado en triana, sabía qué nos gustaba tomar antes de comenzar el día. De la cama a su mesa. Un buen café, zumo de naranja y un par de tostadas con tomate. Desayuno electoral-caravanero. Así, durante días, que se parecían a meses, a años.


Nuestro particular matrimonio peculiar. El chino y la rusa.

Y su bar, donde habíamos encontrado nuestro refugio.


Ahora, a él lo han matado. Le han cortado el cuello y, a nosotras, la esperanza.




Nota mental: siempre nos quedamos con las ganas de hacernos la foto con ellos en su bar. De recuerdo. Hoy, echo de menos esas mañanas, contigo, en las que llevábamos sobre los hombros el peso de los ordenadores y de alguna otra cosa.



http://www.correoandalucia.com/noticia.asp?idnoticia=4424170093092099091100424170

1 comentario:

Soniquete dijo...

No sé... pero me da en el hocico que ella sabe más de lo que dice... ¿Si tu marido no va a casa por la noche, no lo vas a buscar hasta la mañana siguiente? Yo me planto allí, aunque sólo sea para ver si le pillo con otra. ¡Menuda historia para una novela negra!.