31 mayo 2008

Hace tiempo...

La otra playa es otra cosa. Pero una playa al fin y al cabo. Como todas y como ninguna. Inmensa, única y sola.
Los pechos desnudos salpicados de gotitas de agua diminutas que se me antojan cristales de vidriera al casarse con los rayos ardientes y desesperados del sol. De agosto, claro.
Y allí horas. Acaparando y abrazando los minutos eternos de una historia lejana. Tanto. Un beso, una mano, un dedo. Lo que sea.

Hasta luego, que mi tren pasa y no me monto. Me pesa el equipaje y descargo. Como las tormentas los truenos que rebotan contra las ventanas empapadas de vapor humano. Pinta con el dedo un corazón que se borra cuando amanece, y dos letras que desdibujan unos rostros tempranamente cansados, agotados, rendidos. Y otro año más.

Así pasa.
Pasando pensando ninguneando uno a uno.
Vuelve a la playa donde dejaste tu niñez, que no tu infancia dejada ya hace tiempo. La niñez sobre la arena y las pequeñas piedrecitas que se clavan ansiosas como uñas en la espalda. Entra sin querer pero con querencia compasiva. Que duele de antemano. No salgas. Y lo harás, que yo lo sé. Muerde las vísceras del alma precoz. Anulando sin saber la vida anterior al instante mismo del momento este. Y todo cambia ahora. Se presionan las ganas contra el pequeño espacio acolchonado, vértigo. Cuando el aliento solapa el rumor del viento, cuando mueres en un segundo antes de recuperar la vida. En común, sin común.


Nota mental: hace tanto de eso que lo imagino irreal, de otro.
Como si aquel lugar con sus aquellas cosas sólo fueran fantasmas de otra mente. Pero es la mía, así es.
Ahora, si pudiera nominar ahora, este ahora que ya no existe mas que en el pasado, es diferente. Como debe. Como pasa siempre que. Como ocurre aunque se aprieten las bocas que otro día callaban con besos otras bocas.


Otras bocas y otras lenguas que.

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