12 mayo 2008

Las aulas y el sexo

Los lunes suelen atragantarse. Máxime si en la tarea diaria de revisado mediático uno descubre al señor papa (el malo) tropezando cual mortal al subir unos escalones. Con cara de asco tipo mehetragaolaguindilladelestofao y con la frente papal empapada en sudor. Qué trabajos nos manda el señor, tanto subir escalones para que al final nos quedemos en el infierno. Con los rabos y los cuernos.




Creo que hoy me entretendré en descubrir las ventajas de la educación en aulas separadas que definen algunas escuelas pro opus en Sevilla. Los niños a una clase y las niñas a otra, un kilómetro de por medio. Bien separaditos, para que no puedan tocarse mientras que suena el timbre. Para que ni convivan ni se conozcan ni se escuchen ni se miren. Así, para que no les lleguen los sentimientos impuros disfrazados con falda y coletas. Mantegamos las diferencias entre sexos aludiendo a falsedades científicas. Creemos seres distintos, separados.


Cuando ellos y ellas aterricen en casa, a la hora de la siesta, mandarán sms a sus colegas contando cómo a la salida del colegio le han pasado las manos por los pechos a una o qué canal de internet es el que más rápido para descargar pelis porno.


Eso sí, bien separaditos y sin Educación para la Ciudadanía, para que los papis se queden tranquilos. No vaya a ser que se hable de políticas de género, lucha contra la homofobia o de alguna aberración por el estilo. No vaya a ser que al niño de turno se le ocurra intentar descubrir qué se esconde bajo la falda de cuadros de su compañera, un misterio que podría acompañarle en sus noches bajo las mantas.




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