23 abril 2008

LA SIESTA

Recupero la vida a la hora de la siesta.
En ese momento en el que los relojes bostezan y
las persianas niegan la entrada a los rayos de sol,
a los ruidos de la calle.

Vivo en esa parte del día donde se aletargan los ritmos.
Donde las camas se hacen grandes y las sábanas suaves.

Te espero en este rato, que es cuando mejor sé esperarte.
Con el mundo en silencio y dormido.
Abrazando el único sonido, mi pelo peleando con la almohada.

Me quedaré atrapada aquí, a la hora de la siesta, y dormiré.
Pero sólo después de lamer la tarde salada en tus ingles.

ZFP

1 comentario:

Mandrágora dijo...

Me alegra saber que la orfandad agujetil no te retrae el talento. Aprovecha este filón que tiene materia prima en cantidad. No tires la toalla.