26 abril 2008

La tormenta, la nada


Anoche asesiné a la poesía.
Estrangulé a las letras, acuchillé la esperanza y me quedé sola.


Miré por la ventana el gris que minutos después invadiría mi casa. Cuando me quise dar cuenta, todo estaba oscuro, consumido, muerto. No quedaba nada, sólo una gran mancha oscura con forma de espiral. Engullía mis muebles, mis cuadros, mi estantería. Se tragó mis abrigos y zapatos. Arrasó con lo poco que aún quedaba vivo tras la tormenta de la mañana y llegó el silencio.


La nada, el vacío.



Anoche, la gran masa gris oscuro acabó con la poesía, con las ganas, con la esperanza.

Me quedé sola, desnuda frente al huracán. Tiritando.


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